Abbas el modelo de la hombría

Vie, 05/05/2017 - 07:51

en el dia de Ashura, cuando se termino agua t todo tenian sed, Abbas cogió la bota deshinchada y pidió al Imam Husain (que la Paz de Allah sea con él) permiso para ir a buscar agua para los niños.

en el dia de Ashura, cuando se termino agua t todo tenian sed, Abbas cogió la bota deshinchada y pidió al Imam Husain (que la Paz de Allah sea con él) permiso para ir a buscar agua para los niños. Estos le siguieron hasta los límites del campamento y allí permanecieron, sin moverse, mientras pudieron divisar su silueta. Empuñando su espada con una mano y en la otra el estandarte del Imam Husain (que la Paz de Allah sea con él), con la bota ceñida a su espalda, el fiel Abbas se lanzó al galope. Al llegar al río cargó contra los soldados que allí se encontraban haciéndoles huir. En un abrir y cerrar de ojos estaba ya en el río hasta las rodillas, llenando la bota con agua fresca. Recogió un poco del preciado líquido en su mano para llevarlo hasta su boca para aplacar su sed, pero echándose atrás dejó caer el agua. ¿Cómo podía tragar una sola gota cuando Sukayna y los demás niños estaban muriéndose de sed?. ¿Cómo podía olvidar a Husain, su Imam, que llevaba tres días sin beber?. Con la bota llena, Abbas volvió a montar, con una sola idea: llevar pronto el agua a los niños que lo esperaban en medio del polvo ardiente. Al verlo cabalgar hacia el campamento, los soldados de Yazid se dijeron que si el Imam Husain y sus gentes podían calmar su sed por pocos que fueran sería difícil vencerlos. Enton- Ibrahim Husain Angerces se abalanzaron tras él. Abbas combatió como se batía su noble padre, el Imam ‘Ali (que la Paz de Allah sea con él), Asadullah, el León de Allah. El hambre y la sed terribles no le impidieron sembrar el terror entre las filas enemigas. Puesto que no era posible acabar con tal adversario combatiéndolo de frente, los hombres de Yazid lanzaron sobre él una lluvia de flechas. A Abbas solo le preocupaba una cosa: proteger la bota a toda costa y llevarla intacta al campamento. De repente, un enemigo pérfido surgió de detrás de una duna y le asestó un golpe terrible cortándole una mano. Como un rayo, Abbas cogió su espada con la mano izquierda llevando prieto el estandarte contra su pecho. Herido el león, los gallinas se envalentonaron. Se acercaron un poco y, luego, un poco más. Un golpe de espada hirió su brazo izquierdo. Abbas apretó la bota entre sus dientes, apuntaló el estandarte entre su pecho y su montura, y forzó la barrera. Solo pensaba en Sukayna y en los niños que habían depositando todas sus esperanzas en él. En silenciosa oración suplicó a Allah que le ahorrara el tiempo necesario para cumplir su misión. Pero ello no iba a poder ser. Una flecha atravesó la bota que se vació en unos instantes. Otra penetró en el ojo del héroe desamparado por el fracaso de su empresa. Un golpe mortal le fue asestado a Abbas por detrás, con una maza de hierro. Titubeó y se desplomó sobre la arena ardiente. Sintiendo ya la muerte acercarse a grandes pasos, Abbas llamó al Imam Husain (que la Paz de Allah sea con él)... En respuestaa su grito de auxilio sintió su presencia a su lado. Con un ojo atravesado por una flecha y el otro inundado de sangre, no veía más que una niebla rojiza. No podía ver, pero percibió a su Maestro cuando se arrodilló a su lado y cogió su cabeza entre sus manos. Quebrantados por la emoción, ni uno ni otro hablaba. El Imam Husain (que la Paz de Allah sea con él) rompió el silencio y habló con voz entrecortada por el llanto.  ¡Abbas, hermano, cómo te han tratado!. Relato del martirio de Imam Husein, de la Familia del Santo Profeta...  Has venido, Maestro mío. Temía no poder despedirme de ti, pero gracias a Allah has venido. Abbas dejó deslizar su cabeza hasta la arena. Dulcemente, el Imam Husain (que la Paz de Allah sea con él) la volvió a coger entre sus manos y la apoyó en sus rodillas, preguntándole por qué la había apartado. - Maestro, no habrá nadie a tu lado para sostener tu cabeza en sus rodillas ni para reconfortarte cuando expires. Por este motivo, es mejor que mi cabeza repose en la arena cuando entregue el alma, tal como te ocurrirá cuando llegue tu hora. Además, soy tu siervo y tu eres mi Maestro, no es conveniente que yo repose mi cabeza en tus rodillas. El Imam Husain (que la Paz de Allah sea con él) miraba el rostro de tan devoto hermano y no podía reprimir las lágrimas. Maestro, quisiera expresar mi última voluntad. Cuando vine al mundo, tu rostro fue lo primero que vi y quisiera volver a contemplarlo ahora que llega la hora de mi muerte. Mi segundo deseo, es que no lleves mi cuerpo al campamento. Prometí a Sukayna que le traería su bota llena de agua y no he podido cumplir mi promesa. No me atrevo pues a presentarme ante ella, ni siquiera tras mi muerte. Finalmente, no quiero que dejes que Sukayna venga hasta aquí. Conozco el afecto que sentía por mi. Verme en este estado podría acabar con su vida. - Abbas, te prometo respetar tu última voluntad. No obstante, también yo quiero pedirte un favor. Me llamas Maestro desde tu infancia. Aunque sea una vez llámame hermano. El Imam Husain limpió la sangre que le cegaba su único ojo aún dotado de visión. Los dos hermanos intercambiaron una larga mirada de despedida. Abbas murmuró: - ¡Hermano mío!, ¡hermano mío!. Ibrahim Husain Anger Y con estas palabras entregó el alma. El Imam Husain (que la Paz de Allah sea con él) se derrumbó: - ¡Oh Abbas!. ¿Quién nos defenderá ahora a Sukayna y a mi?. La madre escrutó el rostro de su hijo. Su piel se había vuelto de color ceniza. Su delgadez era tal que los huesos se marcaban en su piel. Sus ojos febriles, angustiados, hundidos en las órbitas parecían buscar algo. Entreabrió sus labios secos y duros sobre los cuales pasó una lengua que parecía un hueso desecado. Su madre le miraba, impotente. Esperaba que la muerte viniera a liberar a su hijo de esta interminable agonía. Pero, ¿qué madre puede quedarse mirando como muere su hijo de hambre y de sed?. ¿Acaso no podía hacer nada para dar un poco del agua que fluía abundantemente a algunos centenares de metros de allí?. Desde hacía tres días todo el campamento moría de sed. Durante un día entero la madre había podido darle el pecho a su hijo, tras lo cual se le retiró la leche... Un pensamiento fugaz atravesó su espíritu: salir corriendo con su hijo entre brazos hasta el río y zambullir al pequeño moribundo en el agua. Pero era una idea alocada y la descartó enseguida.

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