Arabia Saudí: Gendarme en Oriente Medio

Vie, 05/05/2017 - 07:51

La monarquía saudí participa activamente en la génesis, financiamiento y desarrollo de movimientos terroristas takfiríes: Daesh y el Frente Al-Nusra, fundamentalmente, con el objetivo de desestabilizar Oriente Medio.

La agresión contra Siria e Irak llevada a cabo por movimientos terroristas takfiríes, las constantes violaciones a los derechos humanos de la población bahreiní por parte del régimen de Al Jalifa y los bombardeos indiscriminados contra la población civil en Yemen, para tratar de aplastar al Movimiento Popular Ansarolá, tienen un denominador común: la activa participación de la monarquía saudí en la génesis, financiamiento y desarrollo de estas acciones de desestabilización en Oriente Medio.

Intervención que se expresa, ya sea en el financiamiento y apoyo material de los grupos salafistas, como también el liderar las acciones militares con tropas y medios aéreos contra los afanes libertarios de las poblaciones de sociedades regidas por regímenes aliados de la Casa al Saud.

La monarquía saudí participa activamente en la génesis, financiamiento y desarrollo de movimientos terroristas takfiríes, Daesh y el Frente Al-Nusra, fundamentalmente para desestabilizar Oriente Medio.
La agresión contra Siria e Irak llevada a cabo por movimientos terroristas takfiríes, Daesh y el Frente Al-Nusra, fundamentalmente; las constantes violaciones a los derechos humanos de la población bareiní por parte del régimen de Al Jalifa y los bombardeos indiscriminados contra la población civil en Yemen, para tratar de aplastar al Movimiento Popular Ansarolá, tienen un denominador común: la activa participación de la monarquía saudí en la génesis, financiamiento y desarrollo de estas acciones de desestabilización en Oriente Medio.
Intervención que se expresa ya sea en el financiamiento y apoyo material de los grupos salafistas, como también el liderar las acciones militares con tropas y medios aéreos contra los afanes libertarios de las poblaciones de sociedades regidas por regímenes aliados de la Casa al Saud. El papel que cumple la Monarquía Wahabita se inserta así, en los planes más amplios de Estados Unidos, la Organización del Tratado del Atlántico Norte – OTAN – y el régimen sionista respecto al Magreb, Oriente Medio y Asia Central, que pretende contender contra dos adversarios a quienes temen por su creciente influencia, sobre todo en la zona del Levante Mediterráneo, tratando de cercarlos política, económica y militarmente: La República Islámica de Irán y la Federación Rusa.
EL PRESTIGIO IRANÍ
En el caso de la nación persa, el ascendiente en Oriente Medio de la República Islámica de Irán ha sido ganado a punta de un sostenido y decidió apoyo a la lucha del pueblo sirio contra la agresión tanto de los grupos terroristas takfiríes como las condenas contra los ataques de la Coalición Internacional liderada por Estados Unidos cuyos resultados han sido ineficaces y un fiasco en materia de combate a Daesh. Sumemos a ello el apoyo a la lucha del gobierno iraquí contra Daesh, a Hezbolá en El Libano, al Movimiento de Resistencia Islámica en Gaza y al Movimiento Popular Ansarolá en Yemen. Todas ellas labores y decisiones que han elevado el prestigio de la milenaria nación persa en el plano regional y que tras los acuerdos nucleares logrados en julio pasado con el Grupo 5+1 elevaron aún más esa autoridad en el plano internacional.
La política iraní de apoyo a estas naciones, movimientos y sociedades ha sido reconocida ampliamente, incluso por entidades como la ONU y la propia Unión Europea, que han asumido públicamente, que el logro de la paz en Oriente Medio y su estabilidad debe contar con la presencia, el peso y la influencia iraní. A diferencia de otras potencias regionales, que mueven sus piezas en Oriente Medio, léase: Arabia Saudita, Turquía y la entidad sionista, la política de la República Islámica de Irán no utiliza la agresión ni la imposición de políticas hegemónicas o de división religiosa. Su llamado es a la conformación de una amplia unión, con respeto al orden internacional que visualice que el enemigo principal son los Movimientos takfiríes y que para ello debe cesar todo apoyo financiero, político y militar en el desarrollo de esos grupos. Unidad en la acción, a pesar de las diferencias, es el llamado que ha hecho Irán y que la Federación Rusa ha tomado también  como predicamento.
Tanto Irán como Rusia no se han lanzado a apoyar a Siria en una especie de aventura disparatada han dado los pasos políticos, diplomáticos, de respeto a la legislación internacional y cuentan con el aval del propio Gobierno sirio y de las resoluciones de los organismos internacionales que han llamado a combatir el terrorismo takfiri. Teherán y Moscú actúan en plena línea y de acuerdo al derecho internacional y sobre todo en defensa propia de Siria y de Irak en el caso del apoyo de la nación persa a su vecino.
Las operaciones de la denominada Coalición Internacional Contra Daesh (CICD), lideradas por Washington han sido un fiasco de proporciones. Acciones con un claro trasfondo político-estratégico más destinadas a seguir desestabilizando a Siria e Irak que a combatir a los grupos takfiri. Esto, porque la Casa al Saud, Turquía y las feudales monarquías árabes del Golfo Pérsico han provisto el financiamiento, la entrega de armas y protección de los grupos terroristas, que encuentran su seno ideológico y religioso en el Wahabismo. No se quiere dañar a Daesh y el Frente Al-Nusra y lograr su destrucción porque esos movimientos terroristas y todos aquellas corrientes salafistas que operan en Siria e Irak son meros instrumentos, con la perspectiva de influir en la hipotética nueva correlación de fuerzas que pudiese surgir tras la caída de los gobiernos de Damasco y Bagdad. En ese escenario, el papel cumplido por Arabia Saudí es relevante ya que ejerce el papel de Gendarme activo de los intereses de Estados Unidos y el sionismo en la zona.
En ese propósito, la Casa al Saud amparada por una riqueza petrolera cada día más frágil – tras la caída de los precios internacionales producto de la contumacia de Riad y su insaciable casa reinante, de combatir el fracking estadounidense y también los enormes gastos militares generados por su intervención en Yemen y en las guerras contra Siria e Irak -  su ideología política y religiosa wahabista, pretende recoger los restos que supuestamente queden y generar una “Gran Arabia Saudita”.
En esa “misión” se vislumbra también la anexión de países vecinos, como alertó un miembro del gobierno Iraní, el Secretario del Consejo de Discernimiento del sistema de la República Islámica de Irán, Mohsen Rezai quien sostuvo que  “Arabia Saudí busca intervenir en el Golfo Pérsico y anexionar Catar, Kuwait y Baréin a su territorio después de una victoria en Yemen en un acto claramente contrario al islam, ni siquiera árabe, sino que sionista con el objetivo es proteger los intereses del régimen israelí en la región a lo que se suma la existencias de un plan generado en Washington y concordado con Riad para dividir a Yemen”. El contubernio de la triada sangrienta Washington-Riad-Tel Aviv se mueve rápidamente para contrarrestar la influencia de Irán y Rusia, que ha logrado mostrar con hechos que los verdaderos enemigos del terrorismo no se encuentra en la CICD y menos en las políticas ciegas de Washington y sus aliados.
Tales planes tienen un objetivo mayor: el debilitamiento y cerco del gobierno de Irán como también el tratar de concretar un plan fraguado desde los años 90 del siglo XX cuando se invadió Irak a manos de una Coalición internacional liderada por Estados Unidos. Básicamente, la implementación de un modelo de rediseño geoestratégico,  que implica la balcanización o fragmentación de Irak en tres zonas: una zona Kurda, una sunnita y una zona chií, con áreas de influencia definidas por Estados Unidos, Francia e Inglaterra, fundamentalmente. A lo que se suma el deseo de cercar también a la Federación Rusa y su necesidad de ampliar su zona de influencia y que ha tenido su expresión con la situación en Ucrania, la ampliación de la OTAN hacia el Este y el incremento de la hostilidad y la política de sanciones contra Moscú. En esos deseos, el papel de gendarme regional cumplido por Arabia Saudita y de ejecutor de acciones sangrientas es vital para esas políticas de hegemonía.
Tal plan ha frenado sus éxitos iniciales, principalmente por la fuerte oposición de la República Islámica de Irán, que con su apoyo en el terreno y en foros internacionales ha logrado ganar influencia y aval para contrarrestar la política implementada por Washington y la triada Ankara-Tel Aviv-Riad. Sumando a ello la irrupción de la Federación Rusa con su decisión de apoyar militar, financiera y políticamente a Siria en su defensa contra la agresión terrorista impulsada por los mismos que dicen combatirla. Los ataques aéreos de la Fuerza Aérea Rusa han logrado, desde su entrada en combate el día 30 de septiembre, el cumplimiento de misiones de destrucción de objetivos de Daesh, el Frente Al-Nusra e incluso movimientos más pequeños como Yaish al-Fath,  que ha significado la recuperación de amplias zonas de territorio sirio que estaban ocupadas por los grupos takfirí.
www.hispantv.com

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