Huellas de EEUU en América latina (parte 1)

Sáb, 11/02/2019 - 16:51
Las relaciones entre América latina y EEUU

Las relaciones entre América latina y EEUU están en una fase de cambios muy rápidos. A diferencia de las relaciones entre las dos regiones que marcaron gran parte de los siglos XIX y XX, todo indica que lo que caracterizará el presente siglo tendrá un signo diferente. Entre 1800 hasta fines del siglo pasado, el rol de EEUU en la región latinoamericana fue ascendente. Durante esos dos siglos, EEUU se apropió de enormes territorios, invirtió en empresas agro extractivas con enormes ventajas, formó sólidas alianzas con las oligarquías que se afianzaron en el poder local después de las guerras de independencia y sembró sus bases militares a lo largo del continente.
A continuación, En primer lugar, examinaremos los cambios que ha experimentado la economía norteamericana y su relación con América latina. En segundo lugar, buscaremos las claves que expliquen los cambios políticos que caracterizan en la actualidad las relaciones entre las dos regiones. En tercer lugar, se verá como se ha resquebrado parcialmente la hegemonía cultural construida durante un siglo y medio por parte de EEUU. Por último, ante la situación cambiante en lo económico y político, Washington ha recurrido al arma que aún sigue siendo su as: la carta militar. 
La acumulación capitalista
EEUU somete a principios del siglo XIX a los países del Gran Caribe a una política de explotación agro-extractiva que se extiende al resto de la región antes de que termine el siglo. A partir de 1930 impone su política de industrialización mediante la sustitución de importaciones, para lo cual se convierte en el principal exportador de tecnología. El colapso del modelo produce una crisis profunda en la economía de EEUU que la transforma en una máquina especializada en despojar a los países de la región de sus riquezas. En el horizonte emerge China con su política para reemplazar a EEUU como ‘comprador’ agro-minero.
Desde finales de la guerra civil norteamericana (1860-1865) hasta fines del siglo XX, el crecimiento económico de EEUU fue constante y espectacular. Se pueden considerar las grandes recesiones capitalistas de 1870 y 1929, respectivamente, como crisis de reacomodo de la forma de acumulación. De una pequeña potencia en aquella época hace siglo y medio, se convirtió en la potencia capitalista hegemónica en el siglo XX.
Este salto lo dio sobre la base de la explotación de una masa laboral concentrada en un país continental que logró subyugar el resto del mundo que le proporcionaba materias primas y la mano de obra que requería su crecimiento industrial. Al mismo tiempo, logró construir un imperio financiero que tenía tentáculos en todos los continentes.
Para acumular las riquezas generadas por una creciente clase obrera, EEUU se lanzó en primera instancia – siglo XIX - a la conquista de México y el Gran Caribe. Los territorios mexicanos anexados a la Unión y las riquezas mineras del país azteca alimento la industria norteamericana. El Caribe y Centro América fueron generosos en proporcionar alimentos para los trabajadores industriales del norte. Al mismo tiempo, Panamá abrió su angosto istmo para que el pujante ‘Este’ norteamericano se uniera al ‘Oeste’.
La industrialización norteamericana parecía incansable e insaciable. EEUU no sólo se apropió de los recursos naturales y riquezas, también neutralizó y destruyó todo esfuerzo por las clases productivas de los países de México y el Caribe para impulsar su propio desarrollo y surgir como competidores. En el caso de Sur América, EEUU actuó de la misma manera, desplazando las incursiones primitivas de Gran Bretaña. En unas pocas décadas logró adueñarse de las materias primas de la región y sometió a todos los países a su sistema financiero.
Los grandes industriales norteamericanos invertían en América latina, con financiamiento de Wall Street y con la intervención militar del gobierno asentado en Washington. Mientras EEUU acumulaba sobre la base de la explotación de los obreros norteamericanos y la súper-explotación de los trabajadores latinoamericanos, los países de la región se hacían más dependientes. La dialéctica generaba cada vez más riqueza en un polo y más pobreza en el otro.
La Revolución cubana en 1959 fue el primer signo de rebelión frente a esta lógica perversa. Como castigo, EEUU bloqueo el acceso de la economía cubana al merado mundial. La política neo-liberal (financiación de la economía norteamericana) a partir de la década de 1970 tuvo efectos desastrosos para América latina. La llamada ‘década perdida’ de 1980 golpeó a la región que intentaba acomodarse sin éxito a los cambios de modelo de acumulación de EEUU. En la década de 1990 la nueva política neoliberal le dio oxígeno a las economías capitalitas latinoamericanas iniciando un proceso de traspaso de riquezas de los trabajadores (90 por ciento de la población) a una pequeña minoría formada por las oligarquías y sus socios.
El modelo sustentado sobre la flexibilización del trabajo, la desregulación y la privatización logró producir un ‘boom’ que duró cinco años, en algunos casos diez. Sin embargo, rapidamente se desinflaron y provocaron reflujos en todos los países. Donde más se sintió el latigazo fue en países como Argentina, Bolivia, Brasil, Ecuador y Venezuela. Gobiernos populistas (alianzas obrero-burguesas) llegaron al poder y descubrieron que EEUU no representaba una salida para la crisis económica que habían heredado de los neoliberales.
Al mismo tiempo, a finales de la década de 1990 y principios de la primera década del siglo XXI, comenzó a emerger con inusitada fuerza la economía de China. Por una serie de circunstancias, logró generar un crecimiento industrial pocas veces vista en el pasado capitalista. Igual que Gran Bretaña, EEUU, Alemania y Japón, en su momento, China estaba hambrienta de materias primas para alimentar sus industrias y sus trabajadores. En América latina encontró una región dispuesta a iniciar un intercambio que beneficiaría a ambos extremos. A cambio de materias primas, China enviaba a los exportadores dólares norteamericanos.
Las oligarquías latinoamericanas continuaron acumulando sobre la base de la dialéctica de la dependencia. Sin embargo, los gobiernos ‘populistas’ comprendieron que tenían que generar programas de ayuda a los sectores más empobrecidos para contener las protestas.
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