Dos súplicas de la Gente de la Casa (P) sobre el Sagrado Corán

Vie, 05/05/2017 - 07:52

“¡Dios mío! He abierto Tu Pacto y Tu Libro. ¡Oh, Dios! Haz de mi mirada a él una devoción, de mi lectura de él una reflexión y de mi meditación en él un aprendizaje. Hazme de aquellos que toman consejo de Tus exhortaciones que en él se encuentren y que evite desobedecerte-

 Del Imam Ya'far As Sadiq (P), de sus súplicas antes de leer el Corán y lo que decía al tomarlo con su mano derecha: “¡Dios mío! He abierto Tu Pacto y Tu Libro. ¡Oh, Dios! Haz de mi mirada a él una devoción, de mi lectura de él una reflexión y de mi meditación en él un aprendizaje. Hazme de aquellos que toman consejo de Tus exhortaciones que en él se encuentren y que evite desobedecerte. No selles mi corazón ni mi oído cuando esté leyendo Tu Libro, ni pongas velos sobre mi visión. No hagas que mi lectura sea carente de meditación. Por el contrario, Haz que reflexione en Tus aleyas y Tus Mandatos, adoptando las normas de Tu religión. Y no Hagas que mi observación hacia él sea negligente ni que mi lectura sea apresurada. Por cierto que Tú eres Benévolo, Misericordiosísimo.“[1]
Del Imam 'Alí ibn Husein Zain Al 'Abidín, As Sayyad (P): “¡Oh, Dios! Bendice a Muhammad y a su familia, y Haz del Corán para nosotros como un íntimo en las tinieblas de la noche, como un guardián contra las provocaciones de los satanaces y contra los peligros de las incitaciones. Impide que nuestros pies nos transporten hacia la desobediencia y Haz que nuestras lenguas sean mudas para la falsedad sin que se perjudiquen (físicamente) Reprime a nuestros miembros de cabalgar en el pecado y aparta de nosotros la negligencia, evidenciando los ejemplos hasta que llegue a nuestro corazón el entendimiento de sus maravillas y las lecciones reprensoras, a las cuales las montañas elevadas, por más firmes que sean, no pueden cargar ...
¡Dios mío! Bendice a Muhammad y a su familia, y continua corrigiendo con el Corán nuestro aspecto, impidiendo con él los perjuicios de los susurros (satánicos) para la salud de nuestro interior y limpiando con él la suciedad de nuestro corazón y los afectos mundanales (de nuestra alma) Reúne con él nuestros asuntos dispersos; apaga con él la sed del insolado en el momento de Tu encuentro, y vístenos con el manto de la seguridad el Día del gran pavor de la Resurrección.“[2]
[1] Al Bihar, t.XCIIX p.5.
[2] Sahifatus Sayyadiíah“ p.269 y 270, súplica N° 42

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