No es oculto para nadie que el ayuno es una lección de igualdad entre los integrantes de una sociedad. Al cumplir con este precepto religioso las personas adineradas sienten y comprenden también la situación de los hambrientos e indigentes de la sociedad
El significado de la frase escrita en la imagen: Es el mes de ramadán, en que fue revelado el Corán como dirección para los hombres[1]
Desde que Dios nos ha creado, nos ha puesto leyes para tener una mejor vida, por lo tanto, sabemos que practicar a estas leyes, nos ayuda a nuestra vida. Una de las leyes divinas es el ayuno que tiene muchos efectos positivos.
No es oculto para nadie que el ayuno es una lección de igualdad entre los integrantes de una sociedad. Al cumplir con este precepto religioso las personas adineradas sienten y comprenden también la situación de los hambrientos e indigentes de la sociedad; así también puede ayudarlos a ahorrar en sus alimentos diarios.
Por supuesto es posible que las personas pudientes puedan entender a los hambrientos e indigentes a través de una explicación, pero indudablemente causará otro efecto en caso de que este asunto pueda sentirse y verse. El ayuno otorga un tono sentimental a esta cuestión importante social (o sea el hambre), por ello en la conocida narración del Imam As-Sadiq (P) dice que Hisham Ibn Hakam preguntó al Imam acerca del dictamen religioso del ayuno. El Imam le dijo: “El ayuno es obligatorio porque coloca igualdad entre el pobre y el rico, y esto es para que el adinerado sienta el sabor del hambre, y dé al indigente su derecho. Los pudientes normalmente tienen a su disposición todo lo que desean. Dios quiere crear igualdad entre sus siervos y que los adinerados sientan el sabor del hambre, el dolor y el sufrimiento para que sean amables con los necesitados y hambrientos”.[2]
Por cierto, si los países más ricos del mundo ayunaran unos días al año y sintieran el sabor del hambre ¿aún así existirían todos estos hambrientos en el mundo? [3]
[1] . el Corán 2:185
[2] Wasa’il ash Shi‘ah, t.VII, p.3.
[3] . Exégesis del Sagrado Corán t.2 p.134
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