Creencia islámica sobre la vida eterna Pll

Jue, 01/27/2022 - 08:00
Creencia islámica sobre la vida eterna Pll

Un hombre que ha visto el triunfo o el fracaso en este mundo solamente, no se preocupa más que de los beneficios o de las contrariedades que puedan llegarle en esta vida, en este mundo. No estará tan deseoso de emprender buenas acciones, si no tiene la esperanza de encontrar en ellas un provecho mundano, ni de evitar las malas acciones, a menos que no le acarreen perjuicio en sus intereses en este mundo.

Pero la persona que cree en una vida en el otro mundo, y que está firmemente convencida de las consecuencias finales de sus actos, considerará las ganancias o las pérdidas de este mundo como temporales y transitorias, y no arriesgará su salvación eterna por un provecho pasajero. Considerará las cosas con una perspectiva más amplia, y tendrá siempre presente lo que pueda ganar o perder en la eternidad. Hará el bien sea cual fuere lo que pueda por ello procurar en este mundo o sea cual fuere el daño que pueda llevar a sus intereses inmediatos; evitará el mal, sea cual fuere la atracción que ejerza en él, juzgará las cosas desde el punto de vista de sus consecuencias en la eternidad, y no cederá a sus impulsos o caprichos. Existe pues, una diferencia radical entre los conceptos que se extraen de la vida de un creyente y de un incrédulo.

Este último tiene del Bien una idea que no pasa del cuadro de los beneficios inmediatos que pueda adquirir en esta vida provisional: dinero, bienes materiales, celebridad, y otras cosas parecidas que le confieren una posición, poder, gloria, y la felicidad en este mundo. Estas cosas constituyen su único objetivo en la vida. La satisfacción de sus propios deseos y su éxito personal llegan a ser el alfa y la omega de su vida.

No duda en recurrir a medios crueles e injustos para conseguir fortuna. Del mismo modo, lo que él llama una mala acción, es todo lo que puede hacerle correr un riesgo o causar daño a sus intereses en este mundo: pérdida de la vida o de sus bienes, mala salud, reputación manchada, u otra contrariedad. Por el contrario, el creyente concibe el bien y el mal muy diferentemente. Para él, todo lo que agrada a Dios es bueno, y todo lo que suscita Su descontento y Su ira es malo.

Una buena acción, según él, será buena, incluso si no le aporta nada en este mundo, o incluso si le trae la pédida de sus posesiones terrenales, o perjudica sus intereses personales. Está persuadido de que Dios le recompensará en la vida eterna, y que es éste el verdadero triunfo.

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