La posición de la mujer en el Islam 2

Vie, 05/05/2017 - 07:50

Tras divulgar el Mono­teísmo y la fe en un Único Dios entre todos los estratos de la socie­dad, lo primero que el Profeta del Islam (s.a.w.) hizo, fue anular todas las cre­encias e ideas erróneas que la gente tenía respecto a la mu­jer, y prohibir las con­ductas sinies­tras que tenían hacia ellas. Se prohi­bió total­mente ente­rrar a las niñas; tras estar acostum­bra­dos a casarse con cuan­tas muje­res qui­siesen y repu­diar­las a volun­tad sin com­pensa­ción alguna, el Islam limitó el número de esposas a cuatro

¿Qué derechos le otorga el Islam a las mujeres?[1]
Tras divulgar el Mono­teísmo y la fe en un Único Dios entre todos los estratos de la socie­dad, lo primero que el Profeta del Islam (s.a.w.) hizo, fue anular todas las cre­encias e ideas erróneas que la gente tenía respecto a la mu­jer, y prohibir las con­ductas sinies­tras que tenían hacia ellas. Se prohi­bió total­mente ente­rrar a las niñas; tras estar acostum­bra­dos a casarse con cuan­tas muje­res qui­siesen y repu­diar­las a volun­tad sin com­pensa­ción alguna, el Islam limitó el número de esposas a cuatro, permitién­doselos solo con la condición de que pu­die­ran mantenerlas y fue­ran justos con todas ellas, y en caso de divorcio, el hom­bre debía ahora com­pen­sarlas; la mujer ob­tuvo el derecho a heredar; se prohibió al hijo heredar a las esposas de su pa­dre –práctica arraigada hasta enton­ces entre los ára­bes-; y al mismo tiempo se le otorga a ella el derecho a su completa independencia económica y a hacer sus pro­pios negocios sin la interven­ción de su esposo -mientras que en oc­cidente se les otorgó a partir del siglo XIX o XX, pero no con el fin de defender los de­rechos de las muje­res, sino para in­centi­varlas a tra­ba­jar como obre­ras en las fábri­cas y em­pre­sas a cam­bio de un sala­rio menor que el de los hom­bres-. El Is­lam tam­bién le otorgó a la mujer el derecho a ins­truirse, e in­cluso el dere­cho a la libre ex­presión y a votar, a elegir a su esposo, a recibir una dote –que es un regalo para ella, y no para su padre o fa­milia como erró­nea­mente suponen en oc­ci­dente-, e hizo de la conviven­cia matri­monial y del buen trato hacia la mujer uno de los más im­portantes debe­res del esposo. Todos los dere­chos de la mujer referen­tes al matri­mo­nio, di­vorcio, heren­cia, etc., están cla­ra­mente esti­pulados en el Corán, junto a una larga lista de derechos de esta índole y temas relativos a su trato y li­bertad. Por su­puesto, tam­bién se le han pres­cripto algu­nas obligacio­nes y res­ponsa­bilida­des al igual que se pres­cribie­ron también para los hombres.
La visión del Islam respecto a la mujer se puede considerar una visión progresista y al mismo tiempo equilibrada. El Islam, al igual que al hombre, considera a la mujer un ser humano que posee las tres im­portantes particularidades humanas: el libre albedrío, la capacidad de asumir responsa­bilidades, y la facul­tad de su­perarse y perfeccio­narse.
¿Qué tipo de resposabilidades tiene la mujer en la familia y la sociedad? ¿Son iguales que las del hombre?
 
Según el Sagrado Corán, no hay diferencias entre la mujer y el hombre en cuanto a que ambos son responsables de dirigir a la familia y la socie­dad.
Primero: La mujer y el hom­bre, ambos son el principio de la procreación y supervivencia de la raza humana. Dice el Corán:
﴿ يا أَيُّهَا النَّاسُ إِنَّا خَلَقْناكُمْ مِنْ ذَكَرٍ وَ أُنْثى وَ جَعَلْناكُمْ شُعُوباً وَ قَبائِلَ لِتَعارَفُوا إِنَّ أَكْرَمَكُمْ عِنْدَ اللَّهِ أَتْقاكُمْ ﴾
«¡Oh humanos! Ciertamente que os creamos de un hombre y de una mujer y os dividimos en naciones y tribus, para que os conozcáis unos a otros. Para Dios, el más noble de entre vosotros es el más timorato». (49:13)
Aquí la mujer y el hombre son considerados dos pilares im­portantes de la sociedad, y el parámetro de superioridad de cada uno, ya sea hombre o mujer, es el temor a Dios.
Segundo: El Islam considera que tanto la mujer como el hombre desempeñan un papel adecuado a cada uno en el surgimiento, edificación, con­ducción y reforma de la socie­dad, de la cual se benefician si ésta es sana, y se perjudican si es corrupta, por lo que es res­ponsabilidad de ambos la co­rrecta conducción de la misma:
Dios Altísimo, en el Sagrado Corán dice:
﴿ وَ الْمُؤْمِنُونَ وَ الْمُؤْمِناتُ بَعْضُهُمْ أَوْلِياءُ بَعْضٍ يَأْمُرُونَ بِالْمَعْرُوفِ وَ يَنْهَوْنَ عَنِ الْمُنْكَرِ وَ يُقِيمُونَ الصَّلاةَ وَ يُؤْتُونَ الزَّكاةَ وَ يُطِيعُونَ اللَّهَ وَ رَسُولَهُ …﴾
«Los creyentes y las creyentes son protectores unos de otros. Recomiendan el bien y prohíben lo que está mal. Observan la oración, pagan el zakat y obedecen a Dios y a Su Mensajero…». (9: 71)
En Palabras de Dios, las muje­res, al igual que los hom­bres, tienen la gran res­ponsa­bi­lidad de prote­ger a la socie­dad: de­ben enco­men­dar el bien y prohibir lo ilícito, opo­nerse a la trasgre­sión y la opresión, de­fender los dere­chos de los opri­midos, ayudar a los ne­ce­si­tados, luchar en contra de la co­rrupción moral y so­cial, educar co­rrec­tamente a niños y jóvenes, incre­mentar el ni­vel de cono­ci­miento de los individuos de la so­ciedad, proteger y di­fundir la religión, fortifi­car y consolidar el gobierno justo islá­mico, de­fender los valores islámi­cos, ayudar al poder econó­mico de la familia y del país, además de otras obliga­ciones en común.
Por lo tanto, en todos los ámbitos donde los hom­bres intervienen, las mu­jeres tam­bién deben inter­ve­nir, ex­cepto en al­gunos ca­sos ex­cep­ciona­les, como lo son el estar pre­sentes en el campo de ba­talla lo cual no es res­ponsabili­dad de la mujer, aun­que no por eso se le prohíbe reci­bir en­trena­miento mi­litar para casos en que se vea obligada a la de­fensa de su na­ción, ya sea en el frente de gue­rra o en la aten­ción de los com­ba­tien­tes heri­dos. Y esto es en realidad con­side­rado un deber para el hombre debido a sus ca­paci­dades físi­cas, y no un privile­gio.
Tercero: Otra de las responsa­bilidades que tie­nen tanto la mujer como el hombre es la de obtener co­no­cimiento. Hace 14 siglos el Islam hizo gran énfa­sis en la obtención de la cien­cia por parte del mu­sulmán (sea hom­bre o mujer). El No­ble Pro­feta (s.a.w.) dijo: “Quien pro­cura el conoci­miento es como el que ayuna en el día y se man­tiene er­guido durante la no­che (re­zando); cierta­mente que un área del cono­cimiento que la persona aprenda es mejor para ella que si tuviera (la montaña de) Abu Qubais en oro y lo gas­tara en el ca­mino de Dios”. [Bihâr al-Anwâr, t.1, p. 184]. Esta decla­ración fue puesta en práctica por los mu­sulmanes –tanto hombres como muje­res- a través de la historia, es por eso que vemos que en la época del oscuran­tismo para la sociedad occi­dental, el Islam atra­viesa su época de oro, y aporta mu­chos descu­brimien­tos cientí­ficos a Occi­dente.
La mujer musulmana tiene la responsabili­dad de esforzarse por ad­quirir co­noci­miento para po­der des­empeñarse y tener una parti­cipación activa en todas las áreas que su so­ciedad ne­ce­site. En cambio, to­davía en el siglo XVIII Jean Jacques Rous­seau decía en su “Emilio” que “una mujer sabia es un cas­tigo para su es­poso, sus hijos, sus criados, y para todo el mundo”.
Hoy en el Irán islámico el 60% del alumnado en las universi­dades son mujeres.
Cuarto: Si la mujer comete algún delito u ofensa también es responsable, y su castigo es equivalente al de un hombre, en un caso semejante. Y si su­fre daño o perjuicio, recibe las compensaciones debidas, igual que un hombre en su situa­ción.
Hasta aquí hablé de algunas res­ponsabilidades generales que incumben tanto el hombre como a la mujer. Ahora, hay otras respon­sabilidades que competen a cada uno en parti­cular. Desde el punto de vista del Corán y el Islam, el obje­tivo de la creación del hombre y la mujer es la misma, esto es, la adoración de Dios y alcan­zar la felicidad eterna. Por otra parte, es ob­vio que para lograr esto, nece­si­tamos de medios y condicio­nes adecua­das, y Dios Altí­simo ha dis­puesto las condi­ciones –tanto en el aspecto existencial (ta­kuînî) como le­gislativo (tashrî‘î)- para que la mujer y el hombre, cada uno conforme a sus capacidades, puedan se­guir el camino que los llevará a la felicidad en este mundo y en el otro.
Pero, ¿el que haya una uni­formidad de objetivo, necesa­ria­mente significa que debe haber una uniformidad en la mar­cha para llegar a ese obje­tivo? Consideremos un grupo o institución que se ha pro­puesto un objetivo común para todos sus miembros, para lo cual divide las activida­des que cada miembro deberá realizar para alcanzar el mismo objetivo de acuerdo a las capacidades de cada uno. Por ejemplo, el Mi­nisterio de Educación Superior tiene la responsabilidad de elevar el nivel académico de los alum­nos de acuerdo a las necesi­dades de la sociedad. Para ello, cada alumno elige una carrera acorde a su propia inclinación y ca­pacidad en vistas de alcanzar el objetivo. La diversidad de carreras en las universida­des, y de libros y profesores, no significa que haya diversi­dad en el objetivo final.
La página de la existencia tam­poco está exenta de esta pauta, y podemos observar la más bella armonía en el marco de la repartición de responsa­bilidades naturales. El que la mujer y el hombre sean idénti­cos en cuanto al objetivo final de la creación, no significa que las responsabilidades de cada uno deban también ser del todo idénticas. Es posible que cierta acción que lleva a la mujer hacia la perfección y la dispone en el camino de la felicidad, no sea precisamente la misma acción que llevará al hombre a la perfección.
Las diferencias en las respon­sa­bilidades y roles se deben a las diferencias en las carac­terísticas existenciales y a la im­periosidad de que haya una ar­monía en los asuntos so­cia­les, y no de­be­mos suponer que estas dife­rencias son un criterio para otor­gar cierto va­lor a las per­so­nali­dades de la mujer y del hombre.
Estos caminos han sido traza­dos de tal manera que final­mente conducen al bien­estar general de la sociedad y a la perfección de cada uno de los individuos.
[1] . FatimaTV.es

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