La forma del gobierno islámico P3

Dom, 10/03/2021 - 07:26

«Dios dice: No temáis a los hombres, temedme a Mí» (2:159) Aproximadamente, este versículo significa: “¿Por qué teméis a los hombres? Nuestros amigos (auliya) han dado sus vidas por amor al Islam, debéis estar preparados para hacer lo mismo”. En otra parte del Corán, dice también Dios: «Los creyentes, hombres y mujeres, son protectores unos de otros, incitan al bien y prohíben el mal .../... establecen la oración, pagan el zakat y obedecen a Dios y a Su Mensajero» (9:71)

En este versículo, Dios menciona el deber de llamar al bien y censurar el mal, en primer lugar, porque Él sabe que, si esta obligación se realiza correctamente, todas las demás obligaciones, sean fáciles o difíciles, seguirán el mismo camino. Porque llamar a los hombres al bien y censurar el mal, supone llamar a los hombres al Islam y, al mismo tiempo, remediar la opresión, oponerse a los opresores, hacer una justa distribución del botín de guerra y recaudar y gastar los impuestos en la forma justa y debida”. Si se aplica correctamente la obligación de hacer el bien y prohibir el mal, todas las demás obligaciones se situarán automáticamente en su sitio. Si se hace el bien y se prohíbe el mal, los opresores y sus agentes serán incapaces de usurpar la propiedad del pueblo y disponer de ella conforme a sus propios caprichos; serán incapaces de malgastar los impuestos recaudados a la gente. Porque el que hace el bien y prohíbe el mal activamente, está llamando a los hombres al Islam, para oponerse al opresor y remediar las injusticia. Haciendo el bien y prohibiendo el mal se realiza una obligación, en primer lugar por amor a estos altos objetivos. Nosotros, sin embargo, lo hemos restringido a una estrecha categoría de asuntos en los cuales el castigo recae mayormente sobre el individuo que es culpable de un pecado por comisión u omisión. Tenemos la firme idea en nuestras cabezas de que las instancias del mal contra las que debemos llamar a combatir (munkarat) son solo las cosas con las que nos tropezamos y oímos en la vida de cada día. Por ejemplo, si alguien toca música mientras nosotros vamos leyendo en el autobús o el propietario de un café hace algo equivocado, o alguien come en medio del bazar durante el mes de Ramadán , nosotros consideramos este tipo de cosas como instancias del mal que debemos denunciar. Mientras tanto permanecemos absolutamente ajenos a los grandes y lejanos males; aquellos que están destruyendo la salud del Islam y pisoteando los derechos de los débiles: es a esos a los que debemos obligar a desistir de hacer el mal. Si se hiciera una protesta colectiva contra los opresores que cometen actos impropios o crímenes, si se les enviasen cientos de telegramas desde todas partes de los países islámicos llamándoles a desistir de sus errores, ciertamente que podrían desistir. Si cada vez que se da un solo paso o se pronuncia una sola palabra contra los intereses del Islam y la riqueza del pueblo, los responsables fueran condenados a lo largo de todo el país, en cada pueblecito y aldea, estos se verían obligados a retroceder. ¿Podrían acaso hacer otra cosa? ¡Nunca! Los conozco. Conozco la clase de personas que son. Son muy cobardes y pueden retroceder muy rápidamente. Pero si ven que nosotros somos más cobardes que ellos, se darán aires y harán lo que les apetezca. Cuando los ‘ulama de Qom se reunieron y agruparon en cierta ocasión y las provincias los apoyaron enviando delegaciones y realizando mítines para mostrar su solidaridad, el régimen retrocedió y canceló las medidas que nosotros estábamos rechazando Más tarde fueron capaces de enfriar nuestro entusiasmo y debilitarnos, nos dividieron e inventaron una diferente “obligación religiosa” para cada uno de nosotros. A consecuencia de las diferentes opiniones que aparecieron entre nosotros, su atrevimiento creció de nuevo y ahora hacen otra vez lo que les da la gana con los musulmanes y con este nuestro país islámico. El Señor de los Mártires (sobre él la paz) habla de “llamar a los hombres al Islam, mientras, al mismo tiempo, se remedia la opresión y se enfrenta a los opresores”; es por amor a estos grandes objetivos que se ha vuelto obligatorio hacer el bien y condenar el mal. Si algún pobre tendero hace algo equivocado, él no daña al Islam sino solamente a él mismo. En el cumplimiento de nuestro deber de hacer el bien y prohibir el mal debemos concentrar nuestra atención sobre aquellos que dañan al Islam y sobre aquellos que, con diferentes pretextos, roban la razón de vivir de las gentes. En una ocasión leímos en los periódicos —a veces parecía broma, a veces serio— que muchos de los artículos recolectados para las víctimas de las inundaciones o terremotos eran sustraídos por nuestros gobernantes para su uso propio. Uno de los ‘ulama de Malasia me dijo que la gente había querido enviar un camión lleno de mortajas para las víctimas de algún desastre, pero que la policía no les permitió enviarlo y que incluso trató de confiscar la carga. “Hacer el bien y prohibir el mal” es más imperativo en tales casos. Ahora permítanme preguntarles: ¿Los sujetos mencionados por el Señor de los Mártires en su discurso iban dirigidos solamente a sus compañeros reunidos en torno de él escuchando sus palabras? ¿La frase “Oh gentes, tened cuidado” no va también dirigida a nosotros? ¿No estamos incluidos en la palabra “gentes”? ¿No podremos beneficiarnos también nosotros de esta orientación del Señor de los Mártires? Tal y como establecí al principio de esta discusión, los sujetos aludidos en el discurso del Señor de los Mártires no están compuestos únicamente por un grupo o clase. La naturaleza de su discurso era más bien la de una carta abierta dirigida a todos los comandantes, ministros, dirigentes, fuqaha, resumiendo, a todo el mundo, especialmente a aquellos que están vivos y plenamente conscientes. La circular que él envió se une al Corán en el sentido de que ambos nos piden obediencia hasta el Día de la Resurrección. El versículo referido se dirige solo a los sabios judíos y a los rabinos, pero su intención es universal. Los sabios judíos y los rabinos fueron condenados por Dios porque el miedo o la codicia les hicieron guardar silencio frente a las faltas de los opresores, pues, si hubieran hablado o gritado en protesta, habrían podido prevenir la opresión. Si los ‘ulama del Islam fallan de igual manera en la tarea de levantarse contra los opresores y, en cambio, permanecen en silencio, entonces también ellos serán condenados. Tras dirigirse a la gente en general, el Señor de los Mártires se volvió hacia un grupo en particular, los ‘ulama del Islam, y les dijo:

“Disfrutáis de prestigio y bienestar en la sociedad, la nación del Islam os respeta y venera. Sois respetados y tenéis una alta posición porque se espera de vosotros que os levantéis contra el opresor en defensa de la verdad y para obligarle a respetar los derechos de los oprimidos. Los hombres han puesto sus esperanzas en vosotros para que establezcáis la justicia y prevengáis las transgresiones de los opresores. Por eso disfrutáis de un cierto rango y estado, pero habéis fallado en el cumplimiento de los deberes propios de vuestro estado. Si sobre el padre de alguno de vosotros fuese a caer algún daño, o si —Dios no lo permita— alguno fuese a insultarle, estaríais gravemente afligidos y gritaríais protestando, pero ahora que los pactos de Dios están siendo violados ante vuestros ojos y el Islam está siendo deshonrado, guardáis silencio y no hay señales de aflicción en vuestros corazones, pues si hubiera aflicción habríais elevado vuestras voces en protesta. El ciego, el sordo y los indefensos cultivadores de la tierra están siendo destruidos y nadie muestra interés alguno, nadie se siente aludido por la gente desposeída y descalza”. ¿Os imagináis que todo el bombardeo de propaganda que emite la radio fuese cierto? Id a ver por vosotros mismos, de primera mano, en qué estado está viviendo la gente. Ni siquiera uno de cada doscientos pueblos tiene una clínica. Nadie se preocupa por los pobres y los hambrientos y no se les aplican las medidas que el Islam ha concebido para ser aplicadas por amor a los pobres. El Islam ha resuelto el problema de la pobreza y lo ha inscrito en lo alto de su programa: «la sadaqa es para los pobres» .

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