El ser humano y la belleza P2

Mar, 11/02/2021 - 07:29
Islam, belleza, religión, foto

La inclinación a buscar la belleza. Cada tendencia o inclinación natural en el ser humano (excepto la inclinación por la búsqueda de la perfección y del Monoteísmo) presenta dos aspectos : uno material (regido por los sentidos, dominado por las pasiones y los grados de animalidad del ser) y otro espiritual (regido por el intelecto, dominado por la visión del corazón y los grados de humanidad del ser). Esto se debe a que el alma humana presenta dos dimensiones : animal y humana propiamente dicha. En tanto que las inclinaciones espirituales surgen del lado humano del alma y se vinculan con las realidades más elevadas de la existencia, las inclinaciones materiales surgen del lado más bajo y animal del alma y se limitan a satisfacer el cuerpo (es decir, los aspectos de la existencia más temporales, limitados, perecederos). Para alcanzar la realización del grado humano del alma y lograr la felicidad y bienestar verdaderos (que se obtienen con la contemplación de la Belleza Absoluta), es necesario seguir las inclinaciones espirituales y encauzar en este sendero todas las tendencias naturales del ser. El criterio para definir la belleza. ¿Cuál es el criterio para definir qué es bello y que no lo es? ¿Acaso la pasión física o el placer que produce un objeto es el criterio para definirlo como bello? ¿Acaso el amor es el parámetro usado para la definición? ¿Se debe considerar la belleza externa, la interna o ambas? Las normas para definir los criterios de belleza varían con cada sociedad, cada pueblo, cada religión e incluso cada individuo. Aquello que puede ser bello para un individuo, puede no serlo desde el punto de vista de la religión y el intelecto, y viceversa. Para poder alcanzar a conocer estas normas de belleza es necesario separar la belleza material de la espiritual, pues las normas para cada dimensión es diferente. Todo lo que produce satisfacción del alma humana es bello, pero el alma tiene dos dimensiones antes mencionadas, animal y humana propiamente dicha, por lo que habrá distintas normas para el criterio. La norma para la dimensión animal son los deseos y pasiones físicas, pero la norma para la dimensión humana son las inclinaciones espirituales. Ambos deseos rivalizan y compiten en el alma del hombre hasta que uno domina al otro e impone sus criterios de belleza que van a regir la conducta de tal persona. Si triunfan los deseos animales, los criterios serán establecidos por la pasión, basándose en la belleza externa de las cosas y en la satisfacción de los deseos corporales. Si triunfan las inclinaciones espirituales, los criterios serán definidos por el intelecto, basándose en la belleza interna de las cosas, que es una belleza real, duradera, y se establece en la jerarquía de la humanidad. En tal estado, el hombre resulta guiado por el deseo de buscar los grados superiores del ser, la nobleza, las cualidades morales elevadas, la cercanía a Dios y el superar los grados de animalidad del alma. 6 Por eso es importante que el hombre de preferencia a las inclinaciones espirituales y a los deseos de su dimensión humana por encima de los deseos animales. Y dentro de la dimensión humana, debe dar preferencia a todos los factores que impulsen su crecimiento hasta alcanzar el grado de perfección del ser, donde se encuentra libre de defectos y carencias. Pues la belleza se localiza en el máximo objetivo, en el escalafón más alto de la humanidad, y tal grado es la perfección del ser. En consecuencia, el criterio más correcto para definir la belleza se encuentra en el crecimiento del ser en su dimensión humana, cuyo resultado es el goce espiritual del alma. Por otro lado, el criterio para definir la fealdad se localiza en todo cuanto vaya en contra de tal crecimiento, cuya consecuencia es el perjuicio y sufrimiento espiritual del alma (que padecerá por tener defectos). En definitiva, la belleza externa, el aspecto físico, el placer corporal, las pasiones y deseos animales, etc., no son criterios adecuados para la definición de la belleza, pues tales criterios promueven la búsqueda de fines animales que no llevan al alma a un crecimiento, sino por el contrario : la pierden en el desvío, la corrupción y los defectos. El criterio correcto se basa en la belleza interna de las cosas, en sus aspectos espirituales, en todo cuanto favorece el crecimiento del ser. Como norma general decimos que todo cuanto promueva el crecimiento del ser en su dimensión humana es bello ante la religión y el intelecto, y todo cuanto se le oponga es feo.

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