¿Es el sexo inherentemente malo? Un musulmán se sorprendería con esta pregunta. Tal pensamiento nunca cruzaría su mente. Pero la relevancia de esta pregunta para el cristianismo y el mundo occidental quedará clara en las siguientes páginas.
En los últimos ochenta años, especialmente después de las dos guerras mundiales, la moral sexual de Occidente ha experimentado un gran cambio que comúnmente se describe como la "revolución sexual". Sobre las ruinas de la moribunda moralidad cristiana, Occidente está tratando de construir una moralidad sexual liberal conocida como la "Nueva Moralidad Sexual". Para comprender el trasfondo social e histórico en el que está emergiendo la nueva moralidad, debemos estudiar la moralidad sexual de la iglesia cristiana.
A. Moralidad sexual cristiana
Aunque comúnmente se piensa que el cristianismo es una religión basada en las enseñanzas de Jesucristo, uso la palabra "cristianismo" en este libro para las enseñanzas del establecimiento de la Iglesia. Estoy justificado al hacerlo porque la Biblia no ha registrado nada de Jesucristo sobre el matrimonio y el sexo. La excepción es el sermón que condena el adulterio visual y físico:
Habéis oído que fue dicho a los antiguos: No cometerás adulterio. Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón. Y si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo y échalo de ti, porque mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno.1
La primera persona en el cristianismo que habló sobre la moralidad sexual fue San Pablo. Él dice:
"Es bueno para un hombre no tocar a una mujer". 2
En palabras simples esto significa que la Iglesia Cristiana enseña que el celibato es mejor que el matrimonio, y que el cuerpo humano no es para el placer sexual sino para el Señor solamente. "El cuerpo no es para fornicación, sino para el Señor; y el Señor para el cuerpo... ¿Sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? 3
Entonces, la visión cristiana sobre el matrimonio, en su forma original, se puede resumir de la siguiente manera:
(a) El celibato es bueno y debe adoptarse;
(b) para evitar la fornicación, se permite el matrimonio; pero es lamentable y uno debe hacer todo lo posible para evitarlo;
(c) el matrimonio retarda la salvación y es antipático para agradar a Dios.
Tres siglos después de San Pablo, llegó un teólogo conocido como San Agustín. Al igual que su predecesor, creía que el sexo era una amenaza para la elevación espiritual:
"No conozco nada que derribe más la mente varonil de las alturas que las caricias de una mujer y esa unión de cuerpos sin la cual uno no puede tener una esposa". 4
Fue aún más lejos que San Pablo al asociar la culpa con el sexo. Reconoció que era esencial para la reproducción, pero argumentó que el acto sexual en sí mismo estaba teñido de culpa por el pecado de Adán y Eva. Las relaciones sexuales se transformaron de algo inocente a algo vergonzoso por el pecado original de Adán y Eva, que se transmite de generación en generación.
En su La ciudad de Dios, San Agustín dice: "La transgresión del hombre [es decir, el pecado de Adán y Eva] no anuló la bendición de la fertilidad que se le había otorgado antes de que pecara, sino que la infectó con la enfermedad de la lujuria". 5
En resumen, predicaba que:
(a) el sexo era algo vergonzoso por el pecado original de Adán y Eva;
(b) la castidad y el celibato eran de una moralidad superior al matrimonio;
(c) el celibato era un requisito previo para sacerdotes y monjas.
Referencias:
Marriage and Morals in Islam, Sayyid Muhammad Rizvi
1. Mateo, 5:27-29
2. Corintios I, 7:1
3. Corintios I, 6:13,15
4. Escritos Básicos de San Agustín, p. 455.
5. La Ciudad de Dios, pág. 21
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