El día de Ashura, Zeinab al-Kubra vio a muchos de sus seres queridos ir al campo de batalla para ser martirizados. Vio a Hussein ibn Ali (a.s.), Abbas, Ali Akbar, Qasem, sus hijos y otros seres queridos ir al campo de batalla.
Después de su martirio, ella pasó por todos esos dolores: la invasión del enemigo, la falta de respeto y la responsabilidad de cuidar de los niños y mujeres sobrevivientes. ¿Es posible comparar la enormidad de esta tragedia con el dolor físico? Pero cuando se enfrentó a estas dificultades, Zeinab al-Kubra no le dijo a Dios que la salvara.
Ella no dijo: "Oh mi Señor, sálvame". ...Mientras el cuerpo destrozado de su hermano yacía frente a sus ojos, le dice a Dios: "Oh Dios, acepta de nosotros este sacrificio". Cuando le pidieron que describiera lo que había visto, respondió: "No vi nada más que belleza".
Todas esas tragedias fueron hermosas para Zeinab al-Kubra porque eran de y para Dios, porque se suponía que debían promover la palabra de Dios.
El Líder de la Revolución Islámica, Seyed Alí Jameneí
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