El Islam no ignora las necesidades humanas ni llama a que sean pasadas por alto o a combatirlas. El Islam no fomenta el monacato en ninguna de sus vertientes.
El Islam considera y califica los medios para satisfacer las necesidades como favores de Dios y considera que atender estas necesidades con buena intención es adoración a Dios.
Por este motivo, el Islam pone límites a todas estas necesidades, para proteger así los intereses de las múltiples facetas de la existencia del ser humano y para salvaguardar sus capacidades. Se le ha permitido al ser humano todo lo que está en la Tierra y se le ha negado que prohíba “los adornos y los buenos alimentos que Dios ha creado para Sus criaturas.” (7:32).
Por otro lado, el estudio de la clasificación de estas necesidades y el modo de satisfacerlas, de forma lícita o ilícita, puede ser denominado “misticismo islámico”. En este misticismo el ser humano no se encamina a cumplir sus deseos hasta que no tiene la certeza de que satisfarán a Dios. De este modo evita que sus deseos, que son en su mayoría reflejos del mundo material que le rodea, le extravíen.
La verdad es que este tipo de misticismo es diferente a la conocida mística sufí, que se basa en negar categóricamente estos deseos con el fin de serenar el ego y perfeccionar el alma, evitando que el ser humano desarrolle la dependencia hacia el entorno que su ego le impone a través de los deseos.
Lo que se le exige al ser humano es que sea activo en su entorno y no pasivo. Debe ser promotor, influyente y guía. Esto no puede suceder si se deja arrastrar por los deseos.
Lo interesante de las leyes islámicas relativas a lo lícito y a lo ilícito, al margen del tema concreto del que traten, es que son una forma de categorizar las cosas buenas y las malas. En realidad, son una manera de purificar y ennoblecer al ser humano.
Sería difícil revisar en esta charla todas las normas islámicas y sus efectos en la preservación de los valores humanos, de modo que concluiremos mencionando solo algunos ejemplos más:
Los actos de adoración, las obligaciones y las prohibiciones, quedan limitados a lo que es posible y fácil de realizar. Las dificultades y las penurias pueden llevar a la anulación del dictamen legal si causan daño a las relaciones humanas o pérdida de derechos.
La ignorancia, la coacción, la imposición, el olvido y la negligencia, son todos ellos factores que eliminan la responsabilidad y anulan la obligación.
El trabajo ocupa la misma posición que la adoración, mientras que la convivencia y el cumplimiento de las obligaciones familiares y sociales entran dentro de la categoría de actos de devoción, con el fin de que no pierdan su carácter sagrado y humano.
Todas las relaciones, entre individuos o comunidades, en cualquier circunstancia, se caracterizan por un enfoque humano. Esto queda reflejado en las disposiciones a cerca de la guerra.
Estos son algunos ejemplos y evidencias de la atención que el Islam presta a los valores y a las virtudes humanas. Los he expuesto humildemente en esta conferencia y quiero insistir en que cada uno de los apartados es un capítulo de este Sagrado Libro. La comparación del Islam con los valores humanos muestra la profundidad de este tema y la necesidad de estudiarlo desde el conjunto de las ciencias islámicas, realizando una completa recopilación islámica. Espero que acepten mi aportación, la cual rindo ante Dios, Legislador del Islam y Creador del ser humano, y que aceptéis mis disculpas. (Las religiones al servicio del ser humano, P235, Diez artículos de Seyed Musa Sadr)
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